miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Ya se nos olvidó?

paloma Tanto se habla de él, que la fecha y la frase que lo mantiene en boca de todos, son difíciles de olvidar: "2 de octubre no se olvida".

No, tal vez nunca se olvidará, la cruenta matanza en garras de un gobierno intolerante y fascista que no ha terminado de dejar el país en paz.

Sin embargo, de qué sirve recordar el asesinato de cientos de esperanzas enfundadas en cuerpos de jóvenes estudiantes, si su lucha, sus sueños, el mundo que buscaron para sus imposibles hijos ha quedado en el olvido.

El pliego petitorio del consejo se circunscribía a demandas muy particulares. Aun cuando válidas, justas e impostergables, no significaban ni con mucho el espíritu más elevado del movimiento. Los jóvenes, y gran parte de la sociedad, saltaron a las calles en busca de espacios, reclamando un país que debía ser suyo más allá del discurso y la palabrería vacía de un estado que se decía democrático, plural y social. Un estado que demostraba exactamente lo contrario teniendo como testigo a tres etapas distintas de la vida de un país que aun hoy pugna por definirse como nación.

Habiendo leído "La Noche de Tlatelolco" de Elena Ponitowska, no puedo mantenerme ajeno a una herida que nunca habrá de sanar, herida que parece abrirse más con el tiempo y supurar los hediondos fluidos de la impunidad. Sin embargo, no ha de ser este espacio donde se juzgue ese lamentable hecho por el cual jamás habrán de rendir cuentas como debiera sus responsables.

Hoy reflexiono sobre la situación que guarda la sociedad, dividida, incapaz de convocar por causas justas comunes, solo importan al individuo aquellas causas que le duelen hasta donde alcanzan sus brazos, pues cuando pretende asomar un horizonte, pareciera que preferimos cerrar los ojos y abrirlos hasta tener en frente de nuevo un nubarrón. Esa nación que miles de estudiantes reclamaron para el pueblo, hoy sigue ajena y cada vez más lejos, en aquellos días fue un sistema de elites políticas, de sinarquismo disfrazado de progreso y libertad. El día de hoy, nos abruma el miedo, la desesperanza, la certidumbre de saber que detrás de una sombra, o incluso de una luz puede esconderse el terror. No hay marcha, no hay plantón, no hay pliego petitorio alguno que pueda rescatar de ese sentimiento al país. Es una búsqueda interior que cada uno de nosotros tiene que hacer, a su tiempo, a su modo, a su mejor entender.

Hoy no hay mucho que nos una como mexicanos, solo las ganas de vivir. Volvamos los ojos a esos jóvenes, dejemos por un momento de lado el luto del 2 de octubre y atrevámonos a pensar en las sonrisas que animaban su lucha, en los días previos, en la emoción que los lanzó fuera de sus camas esa fatídica mañana y los llevó en tropeles a Tlatelolco, imaginemos que más allá de la muerte, podemos celebrar la vida que ello hubieran querido para nosotros, su herederos, los niños que estábamos próximos a nacer, los niños que hoy esperan su turno para nacer.

Honremos su entusiasmo, sus anhelos, su fe. Que sus ganas de vivir, no se hayan truncado esa tarde de hace cuarenta años, que siga ardiendo esa flama en el pecho de cada mexicano. La justicia penal, no habrá de caer sobre Echeverría, eso no lo podemos remediar, sin embargo, justicia será volver a ver al futuro y pensar en él como algo que puede llegar, dejar por un momento de vivir al día y tener esperanza en el mañana, construir para siempre y no solo para hoy.

2 de octubre no se olvida. Del 22 de julio al 1 de octubre, se debe recordar.

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