jueves, 26 de marzo de 2009

Las pajarillas

DSC08386 Varias lonas dispuestas de manera vertical cubrían el resto de las casas que aún se encontraban en construcción, en espera de captar mediante su hermana mayor, la atención de algún buen sujeto de crédito. En los primeros lugares del área de estacionamiento se encontraban en hilera un Volvo, un BMW y un auto japonés de gran tamaño, descendiente directo de sus hermanas descubiertas en el área de carga, que antaño se usaban solo en los ranchos para las faenas agropecuarias.

Al frente de la homenajeada, brillaba bajo las pequeñas lámparas ahorradores, un clase E. Me parece recordar que eran más de veinte, en cualquier caso un buen ahorro hubiese sido instalar solo la mitad, logrando aún un excelente nivel lumínico.

No, todavía no era el momento de entrar, además de una edecán con alitas verdes de hada, el acceso se encontraba franqueado por un listón rojo a la espera del funcionario adecuado a la ocasión. Nos dirigimos en cambio a la carpa donde habría de llevarse a cabo el coctel; ya una agrupación atacaba con ritmos de jazz los pocos espacios que las conversaciones dejaban libres. Entre brebajes de rojo intenso localicé al proveedor de whisky. Recurrí de inmediato a sus servicios.

Dispuestas frente al podio se encontraban unas diez hileras de sillas de alambrón con respaldo y asiento tan rojos como los brebajes, desde ahí se debería escuchar el discurso. Muy pocas personas ocupaban alguna silla, tan solo en los extremos.

Un poco más hacia el acceso de la carpa se encontraban unos cuantos sillones dispuestos a manera de sala de estar, convenientemente cerca de la barra del rojo brebaje, el cual al parecer no tenía el éxito esperado, pues los vasos se acumulaban sobre la mesa y no se les veía lanzar destellos desde las manos de la concurrencia. En cambio si los licores de agave, uva y cebada.

Sentado en el sillón opuesto al que me adueñé, se encontraba un hombre de traje café, chaleco tejido bajo el saco, corbata de nudo inmaculado y un bastón cuyo puño giraba impaciente entre las vetustas manos. Por encima de los ojos agrandados por las poderosas lentes se dibujaba un amplio horizonte rebordeado apenas por tímidos cabellos blancos alineados a sabios intervalos, señal de la erosión que los poderosos pensamientos que seguramente aun brotaban de aquel afluente. La esposa de Don Antonio, como habría más tarde de saber era su nombre, se había acomodado en el sillón individual perpendicular al doble ocupado por su esposo. Yo había ocupado el taburete a la cabecera.

- ¿Tienes esposa? – Soltó inesperadamente aquel hombre.

- No – Respondí –, pero si novia.

- ¿Porqué no te casas? – Siguió. A lo que solo atiné a sonreir, pues no tenía respuesta a esa pregunta.

- Me llamo Antonio Fernández – Dijo extendiendo la mano, dejando al fin el bastón recargado sobre un costado del sillón, con lo que rompió el brevísimo, y aun incómodo silencio provocado por su inicial ataque.

- Mucho gusto – Respondí estrechando la mano extendida, le dije mi nombre y en seguida le mostré la foto de ella que llevo en la cartera.

- Es bonita. ¿Porqué no te casas? – Volvió a preguntar, metiendo una mano al bolsillo de su chaqueta, para luego extraer una pajarilla de papel. – Toma – Dijo tendiéndomela –, llévasela, te la regalo.

- Gracias. – Le dije aun con timidez.

- Tengo muchas – Y al decir esto extrajo la palma llena de ellas, todas del mismo tamaño – Yo las hago, llevo más de veinte años haciéndolas. Mira. – Y me mostró un paquete de papelillos cuadrados unidos por un clip, que sacó del otro bolsillo de la chaqueta.

Como si no estuviése nadie más ahí, volvió a meter las pajarillas al bolsillo, desprendió una hoja del paquete y comenzó una maniobra que, de tan familiar comenzó a parecer sencilla. Un doblez por la diagonal aquí, otro sobre la media allá, puntas más angulosas y al fin tiró de dos de ellas y la pequeña ave comenzó a aletear para postrarse junto a la que poco antes me había obsequiado, que por ahora reposaba en la mesita de centro.

- Tengo 40 años en México, pero soy español. ¿Se nota? – Dijo con un poco de sarcasmo y exageradísimo acento peninsular.

- Si, - respondí – por el acento, no lo ha perdido.- Reí a mi vez.

- Yo instalé las antenas del Canal 13, por eso me vine a México, por eso y porque soy anti franquista.

- Entonces... – comencé a decir inocentemente, seguro de haber detectado un error de fechas.

- No vine a México de inmediato – me interrumpió – Salí de España y me fui a Inglaterra, ahí aprendí lo de las antenas y trabajé para una compañía que las hacía e instalaba. Allá nació mi hija, ella decoró la casa muestra. ¿Ya la viste? – Debí hacer algún gesto de duda –, a la casa – Siguió.

- No.

- Allá está – Nuevamente mi gestó debió asomar – Mi hija, Rose Mary. Le pusimos nombre inglés porque nunca pensamos que saldríamos de Inglaterra. Cuando inició el Canal 13. ¿Te acuerdas, que luego fue Imevisión? – Asentí brevemente – Contrataron a la empresa para la que trabajaba para montar las antenas de transmisión. Cuando supe que alguien debía viajar a México para coordinar la instalación, me ofrecí de inmediato. La ilusión más grande de un anti franquista era conocer México, sentía una profundo agradecimiento hacia el General Cárdenas, luego de que recibió a los exiliados durante la guerra civil. Además, en medio de las dictaduras militares en centro y Sudamérica, para nosotros México era el modelo que demostraba que en los países iberoamericanos podía haber gobiernos civiles democráticos. En ese entonces claro, yo no conocía al PRI.

Hizo una pausa y se dejó que su mirada se perdiera en algún punto de la alfombra, tan roja como el brebaje y los mullidos asientos de las sillas. Solo los sillones eran blancos, ¿reducto de paz?. Esbozó una franca sonrisa y continuó su relato.

- Cuando terminamos las instalaciones creí que era tiempo de volver a Inglaterra, entonces en Canal 13 me ofrecieron quedarme como gerente de adquisiciones. Básicamente mi trabajo sería mantenerme en contacto con mi antigua compañía para asegurar el abasto de partes y refacciones que mantuvieran en operación aquellas antenas y quizás, de ser necesario comprar más. Acepté y desde entonces vivo aquí con mi familia.

Mientras todo eso Don Antonio decía, sus manos empollaban una y otra vez las pequeñas pajarillas de papel, que de entre sus dedos se iban a depositar al bolsillo de su chaqueta, no sin antes haber demostrado que podían mover las alas. Todas lo lograban y, en vez de iniciar el vuelo, se iban a acumular junto con sus antecesoras en la sombría pajarera de lana.

La mano derecha sacaba del bolsillo un cuadrito más, en pocos minutos las diestras manos, algún día para cableados, hoy para papiroflexia, daban volumen al plano y tras aletear un par de veces, la siniestra iba a depositarlas en su penúltima morada. Quizás en casa, Don Antonio en persona, su esposa, alguna hija o la mucama sacarían las pajarillas de la chaqueta para depositarlas sobre una repisa llena de alas de papel, tal vez se olvidarían para siempre de volar en el fondo de un obscuro cajón. El cesto de la basura no fue en ese momento, ni lo es ahora, una opción que cruzara por mi mente.

De la carpa del discurso inaugural, que ninguno de los dos había atendido, nos dirigimos a la sala de la casa muestra.

- Son años de papeles acumulados – Había dicho Don Antonio. – Memoranda, cotizaciones, contratos. ¡Qué se yo! Uno acumula tal cantidad de basura a lo largo de la vida.

- Eso era antes – Continuó tras un breve silencio que ni el aire osó interrumpir, la casa muestra ya se llenaba de azorados visitantes, que ascendían a la planta alta dejando que la sala se convirtiera en un espacio agradable nuevamente – Ya no acumulo basura, ahora acumulo pajarillas.

- Don Antonio –Le dije- ¿me puede enseñar a hacerlas?

Ni del derecho, ni del izquierdo, no buscó en ningún bolsillo. Del recuerdo, del fondo de las baldosas que cubrían el piso de la casa, Don Antonio sacó su mirada, del corazón una sonrisa y de su avispada mente los pasos detallados de cada uno de los dobleces, audaces algunos, que me llevarían a hacer mi primera pajarilla. Lo logré, con menos vida y las plumas un tanto desaliñadas. Mi creación aleteó al fin.

La presencia de la decoradora no fue más necesaria en el “show room”, con ella se fue Don Antonio. Nos estrechamos la mano para despedirnos y acompañé su pausado andar hasta la puerta con la mirada. Nunca más le volví a ver.

Yo todavía no tengo ni la habilidad, ni la cantidad de papeles que él demostró tener, pero que mejor que cambiar una colección de basura, por una enorme parvada de pajarillas.

Jacinta Francisco Marcial  sigue presa al día de hoy, yo soy Jacinta y exijo libertad, justicia.

Si quieres conocer más acerca de la arbitrariedad de las autoridades queretanas en contra de esta mujer ótomí, y la manera en que puedes ayudar, visita el sitio http://centroprodh.org.mx/index1.htm

Artículo 3
Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

miércoles, 11 de marzo de 2009

¡Danny Boyle lo vuelve a hacer!

Las experiencias de la vida, buenas o no tanto, e incluso las malas, son invaluables lecciones cuyo aprendizaje habrá de ser útil en algún momento el cual muchas veces vemos lejano, o acaso ni siquiera alcanzamos a vislumbrar.

Tal es el caso de la historia de Jamal, el héroe de la multi galardonada película "Quiero ser millonario" (Slumdog Millionaire; Gran Bretaña- Estados Unidos 2008), del director Danny Boyle, a quien vemos desde la tierna infancia vivida en la más absoluta miseria acrecentada por la temprana orfandad durante un ataque interreligioso. Su atropellada vida lo lleva a acumular un gran número de violentas y traumáticas experiencias que más tarde habrán de ser clave para alcanzar, mediante un concurso televisivo de trivia, el cual tampoco está libre de sinsabores, su más preciado anhelo, estar al lado de Latika, una niña originaria del mismo barrio marginal de quien vive enamorado desde niño y a todo lo largo de la película.

Una película que retrata un ángulo de la India que mucho me recuerda al ángulo obtuso que abraza la vida de millones de mexicanos, donde, a pesar de las penurias, se vive y se lucha por alcanzar la felicidad. Felicidad entre la basura, la mierda, las balas, la mafia. Y, para recordarnos que a fin de cuentas no es una producción de Hollywood, si no de Bolllywood, el glorioso final surge coreográfico para deleite de la ya de por si satisfecha audiencia, con una breve, pero sabrosa frase en castellano.

"Quiero ser millonario", junto con "Trainspotting", es simplemente un maravilla más del repertorio de Danny Boyle.

El Tesoro Mexicano

carstensResponsable de salvaguardar las arcas de la nación, Agustín Cartens poco ha logrado como miembro del gabinete económico frente al embate dilapidador de las ambiciones "especuleras" de los misteriosos saca dólares, quienes poco a poco, o ni tan de a poco, agotan las reservas internacionales del país.  Quizás por ello es que ahora aporta invaluables momentos para las arcas de la ignominia nacional. No solo le bastó hacer un fallido lanzamiento inaugural en el encuentro entre las selecciones mexicana y australiana en el Clásico Mundial de beisbol, en medio de abucheos, más por su precario desempeño a ojos de los mexicanos, que por su lamentable pitcheo, si no que además dejó ver ante los ojos del mundo representados por la lente de Reuters, que no solo es fanático de las Krispy Kreme, si notambién de algunas primeras damas europeas. Una imagen dice más que mil palabras.Bruni

No solo de declaraciones, también de miradas es ligero nuestro "Gran" y por lo demás, pesado, Secretario de Hacienda.

Privilegios

¿Con quién hay que hablar, señor presidente para formar comisiones bilaterales que revisen casos judiciales?

Yo tengo uno, puesto ya sobre la mesa por el periodista Ricardo Rocha desde el 26 de marzo del 2006 a través de su artículo en El Universal, el de la señora Jacinta Francisco Marcial, condenada a 23 años de prisión, por delitos que pueden resumirse en tres de los peores pecados que se pueden cometer involuntariamente en México, ser pobre, ser mujer y ser indígena. ¡Libertad inmediata a Jacinta!

Artículo 2

1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

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