miércoles, 17 de septiembre de 2008

Independencia y... ¿Libertad?

liston_negro[1] Hace 198 años, en el pueblo de Dolores, el párroco de la capilla de la entidad, Don Miguel Hidalgo y Costilla, cura más por circunstancia que por convicción, encabezó el movimiento que habría, 11 años más tarde, culminar en un acuerdo, con peculiaridades no del todo positivas para la novel nación, que daría independencia a México. Aquella noche, seguramente cayeron muchos mexicanos. Hoy cosechamos sobre sus vidas.

En nuestros días México es un país independiente, aunque cuando gobierna el que no nos gusta, inmediatamente, de un lado u otro, tendemos a tacharlo de populista antipatriótico,  vende patrias, de entreguista, y un largo etcétera, cuyo detalle no ocupa por ahora este espacio. Sin embargo la campana de Dolores no tañó solo por la independencia, pues esta no era tan urgente como la libertad.

México es un estado libre y soberano, no debemos, desde luego ignorar que muchas de las decisiones que se toman en el país, tienen influencia del entorno internacional, sin embargo esto no es necesariamente malo, muy al contrario, el planeta Tierra es una gran comunidad y el país o más aún, la comunidad que pretenda mantenerse ajeno a ello, a la larga habrá de tener más problemas que beneficios. No obstante todas las prerrogativas, que da el ser independiente, han pasado casi dos siglos y los mexicanos no hemos podido conocer la libertad.

Hoy ensombrece la faz de la patria una imborrable mancha de sangre y dolor, a manos de cobardes terroristas quienes, agazapados en el anonimato, entre la multitud que se reunía a celebrar el más alto de los festejos patrios, lanzó una bola de muerte dando, lamentablemente, en el blanco. Siete muertos arrojados a la nada. Siete veces hemos muerto como mexicanos, como seres humanos, si a esto que camina en la Tierra puede llamársele humano.

A una voz, el pueblo de México repudia los atentados, reclama justicia, implora tranquilidad. Libertad. ¿Cómo caminar por las calles, salir al mandado, a la escuela, al trabajo, a celebrar? ¿Detrás de qué columna se oculta la muerte, dónde termina mi derecho a volver a despertar de esta pesadilla?

El estado, en voz de Felipe Calderón, pierde la oportunidad de poner muy claro que con la paz, con la libertad de los mexicanos no se juega y en cambio, en actitud lamentable, oportunista, no deja pasar los reflectores que el doloroso suceso atraen y no bastándole la nube roja que se cierne entre el Sol y nuestra tierra, culpa de la situación de violencia a los que insistimos (¡que Dios nos perdone!) en pensar distinto, en oponernos a un régimen que a todas luces ha fracasado.

Si bien enérgico, si bien cobijando el dolor, la angustia, no cerró el puño sobre los asesinos y dejó escapar la fuerza y en sus dolores de cabeza políticos. Señor "presidente", este no era el momento de pedir a otros frenar el remolino que su antecesor inició. México necesita de la unidad de cada uno de nosotros, sin embargo unidad no significa uniformidad.

No existen palabras para decir lo que se me atora en la garganta, voces calladas en la noche en que más debían de gritar.

Exijamos el cese a la violencia, ofrezcamos a nuestro mundo nuestro granito de paz.

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